10/25/14

Luna.

Todo se ha ido mecanizando y lo más acelerado han sido mis miedos.
El miedo a ser tan transparente que deje de tener un lugar.
El miedo que se alimenta de mi ansiedad y me hace sentir criaturas caminando dentro de mi cráneo.
El miedo que hace crecer bolas en mi nuca que simplemente no se va.
El miedo que me hace levantarme en las madrugadas para ponerme a discutir con fantasmas.

Los genocidios de mi sueño no tienen autor; ando por ahí, rondando sin dirección.
Las cosas que solían importar, ya no son.
Ya no hay esperanzas de ser aquello que quise ser.
Otro año que da vueltas a mi eje.
Todo es político y nada es poético.

10/11/14

Zapatos.


Compré zapatos hace unos días. Las personas que me conocen saben que esto es un acontecimiento indudablemente escandaloso. Son zapatos regulares, no son zapatos que brillan o no en la oscuridad, no son zapatos repelentes al agua y sobre todo, no son zapatos para bailar tap (por más que quisiera, simplemente, no lo son).

Fui al Distrito Federal, regresé ayer. Fui a museos, caminé lo suficiente para retirar mis piernas por un año más. Un paréntesis: la semana pasada fue una semana que nunca recuperaré, la disfruté, pero nunca la recuperaré. Por  azares del destino, las cosas no resultaron como mis familiares esperaban. Hace unos años dejé de esperar cosas porque así todo tiende a ir de una manera y nunca te decepciona, puedo decir, con toda certeza que, las cosas nunca resultan cuando las planeas o cuando las esperas, así que, he dejado de esperar.

No esperaba comprar zapatos y tampoco esperaba ir a un festival con gente a la que apenas conozco (gente que me agrada y que no conozco lo suficiente, algo que no puedo enfatizar lo suficiente).

Soy un animal de hábitos. Dentro de todo mi desorden, dentro de la rutina que tiendo a repudiar después de un corto tiempo, la rutina cuya temporalidad  es una broma dentro de ella misma, se renueva dependiendo a la pertinencia de la circunstancia o situación hasta que hago un nido propio y me acurruco para recargarme en su calidez, en su calidez aparentemente artificial.

La semana pasada me di cuenta de la evolución de la rutina, estoy dejando ir algo a lo cual me aferré por más tiempo del que he podido percatarme. No me alegra pero tampoco me disgusta. Igual con las personas. Me leí en una novela el otro día. Al escribir esto, me doy cuenta de lo egocéntrico que suena pero en realidad encontré un personaje que se ajusta a las características que por más embarazosas, denigrantes y ciertas que sean, son aquellas que tengo que aceptar de mi persona. Volviendo a las personas, me doy cuenta que al no planear ni esperar por eso he pasado más tiempo con gente con la que puedo ser más yo. No quiero decir que no sea yo totalmente todos los días (soy honesta, soy 75% yo todo el tiempo. Hay un par de personas con las que tiendo a ser un 85% yo pero nunca soy yo en mi totalidad).

Por eso nunca compro zapatos. Nunca estoy cómoda. Nunca he sido parte de un grupo. Nunca soy yo completamente. La tecnología es genial. Es artificial, fugaz, es efímera. Todo se queda y nada se va. Conocí a alguien hace mucho tiempo ya (hace mucho tiempo en el entendido que +4 años es ya una relación bastante longeva). Solía ser alguien a quien admiraba. Teníamos tanto en común que podíamos terminar nuestras oraciones. Discutíamos todo lo que el tiempo nos permitía y después regresábamos a nuestros mundos. Una más afortunada que la otra en aspectos en los cuales la otra fracasaba por falta de voluntad.  Supongo que la tecnología, por más brillante que pueda volverte, falla gracias a la proximidad; cosas que no se pegan.

Fue la única persona a la que pude decirle tantas cosas como quise pero en realidad nunca fueron certeras. Hace unos meses me di cuenta que fue bueno no haberle dicho algo, porque en realidad nunca estuvo escuchando. De nuevo, la proximidad siempre es algo que nos delata y no hay más.

No hablamos como antes y para sorpresa mía, encuentro que, no lo extraño. He estado ocupada (por primera vez en mi corta vida) como para preocuparme por aquella persona que nunca escuchó pero, aparentemente siempre exigió. No es reproche. Pero me pregunto si esa persona fue 100% ella cuando no escuchaba.


En mi familia nos juntamos para comer todas las tardes. Hoy nos acompañó la mujer que limpia la casa y empezó a hablarnos acerca de la angustiante situación que vive con sus hijos y cómo ella ha podido salir de todo esto gracias a que “dios provee”. Supongo que es cierto. A todos nos va cómo nos va porque esperamos o porque no esperamos. Porque buscamos o no buscamos. Mientras tanto, me sentaré a beber té y a no esperar nada mientras me froto las piernas porque sufren lo suficiente como para llorar en voz alta.